Benedicto
XVI vuelve a Roma con otra cara. Durante tres días ha sentido en Milán
el abrazo de una multitud de fieles venidos de más de 150 países y ha
podido alejarse del difícil ambiente que, en los últimos tiempos, se
vive en la Santa Sede por las filtraciones de documentos confidenciales.
En la gigantesca explanada del antiguo aeropuerto de Bresso, a las
afueras de Milán, estuvo arropado por el millón de personas que
participaron en la misa que puso fin al VII Encuentro Mundial de las
Familias.
El ambiente era el de las grandes ocasiones en las que la Iglesia católica muestra su universalidad. Había familias venidas de todos los rincones del mundo, como reflejaba la marea multicolor de banderas, padres con niños de todas las edades, abuelos con sus nietos, sacerdotes, religiosas, 50 purpurados y 300 obispos. Los congregados dedicaron una larga y cálida ovación al Pontífice cuando el cardenal Ennio Antonelli, presidente del Pontificio Consejo para la Familia, le agradeció su presencia en el encuentro.
Durante su homilía, el obispo de Roma exaltó el valor de la familia. Dijo que se trata de una vocación «no fácil de vivir» en el mundo de hoy, pero sustentada en el amor, una «realidad maravillosa» y la «única fuerza que puede verdaderamente transformar el mundo». El análisis de Benedicto XVI sobre la institución familiar no desdeñó su mayor fracaso, el divorcio. Como ya había hecho la noche anterior durante la vigilia, tuvo palabras de cariño para los católicos que han visto cómo sus matrimonios acababan en separación. «El Papa y la Iglesia os sostienen en vuestra dificultad. Os animo a permanecer unidos a vuestras comunidades, al mismo tiempo que espero que las diócesis pongan en marcha adecuadas iniciativas de acogida y cercanía», manifestó.
Concepción utilitarista
Antes de pedir que se haga realidad un «equilibrio armónico» entre la familia, el trabajo y la fiesta, el Pontífice criticó el sistema económico actual, en el que prima la «concepción utilitarista del trabajo». Para lograr el «bien de la familia» y poder construir «una sociedad más justa» se debe rechazar la «lógica unilateral del provecho propio y del máximo beneficio», que provoca desigualdades, contaminación medioambiental y una carrera consumista que empobrece a las familias.
Retomando el tema del Encuentro de Milán, «La familia: el trabajo y la fiesta», el Papa analizó este último elemento destacando la necesidad que el hombre tiene del descanso y de la fiesta. «Para nosotros, cristianos, el día festivo es el domingo», recordó, enumerando la triple importancia de esta jornada: «es el día de la Iglesia», «el día del hombre y sus valores» y «el día de la familia». Pese al «ritmo frenético de nuestra época», no hay que olvidar que el domingo es «como el oasis en el que detenerse para saborear la alegría del encuentro y calmar nuestra sed de Dios».
Durante el Ángelus, Benedicto XVI animó a todos a ser solidarios con «las familias que viven mayores dificultades», debido a la «crisis económica y social» o a catástrofes como el reciente terremoto en la región italiana de Emilia Romaña. Concluyó anunciando la sede del próximo EMF, que en 2015 se celebrará en la ciudad estadounidense de Filadelfia. Será la octava edición de este evento que en 2006 tuvo lugar en Valencia.
El recuerdo a las víctimas de los terremotos en Emilia Romaña ha sido una constante en el VII Encuentro Mundial de las Familias. Esta preocupación tuvo su colofón al finalizar la misa de ayer, cuando monseñor Erminio De Scalzi, obispo auxiliar de Milán, anunció que de las ofertas realizadas al Papa en ocasión de la visita 500.000 euros serán dedicados a las personas más golpeadas por los seísmos.
2.700 familias, dispuestas a evangelizar China
La Feria de Milán recogió ya por la tarde algunos frutos de este Encuentro Mundial de las Familias de la mano del Camino Neocatecumenal: 2.700 familias se ofrecieron para la Nueva Evangelización en China. Mientras Benedicto XVI volaba de nuevo rumbo al Vaticano, el cardenal George Pell, arzobispo de Sídney, presidió el encuentro en el que participaron más de 40.000 personas, familias y jóvenes, en su mayoría.
El cardenal de Madrid, Rouco Varela, el arzobispo de Alcalá, Reig Plà, y el obispo de Murcia y Jerez asistieron a la cita. A ellos se unieron obispos de Brasil, Francia y México, entre otros países.
El ambiente era el de las grandes ocasiones en las que la Iglesia católica muestra su universalidad. Había familias venidas de todos los rincones del mundo, como reflejaba la marea multicolor de banderas, padres con niños de todas las edades, abuelos con sus nietos, sacerdotes, religiosas, 50 purpurados y 300 obispos. Los congregados dedicaron una larga y cálida ovación al Pontífice cuando el cardenal Ennio Antonelli, presidente del Pontificio Consejo para la Familia, le agradeció su presencia en el encuentro.
Durante su homilía, el obispo de Roma exaltó el valor de la familia. Dijo que se trata de una vocación «no fácil de vivir» en el mundo de hoy, pero sustentada en el amor, una «realidad maravillosa» y la «única fuerza que puede verdaderamente transformar el mundo». El análisis de Benedicto XVI sobre la institución familiar no desdeñó su mayor fracaso, el divorcio. Como ya había hecho la noche anterior durante la vigilia, tuvo palabras de cariño para los católicos que han visto cómo sus matrimonios acababan en separación. «El Papa y la Iglesia os sostienen en vuestra dificultad. Os animo a permanecer unidos a vuestras comunidades, al mismo tiempo que espero que las diócesis pongan en marcha adecuadas iniciativas de acogida y cercanía», manifestó.
Concepción utilitarista
Antes de pedir que se haga realidad un «equilibrio armónico» entre la familia, el trabajo y la fiesta, el Pontífice criticó el sistema económico actual, en el que prima la «concepción utilitarista del trabajo». Para lograr el «bien de la familia» y poder construir «una sociedad más justa» se debe rechazar la «lógica unilateral del provecho propio y del máximo beneficio», que provoca desigualdades, contaminación medioambiental y una carrera consumista que empobrece a las familias.
Retomando el tema del Encuentro de Milán, «La familia: el trabajo y la fiesta», el Papa analizó este último elemento destacando la necesidad que el hombre tiene del descanso y de la fiesta. «Para nosotros, cristianos, el día festivo es el domingo», recordó, enumerando la triple importancia de esta jornada: «es el día de la Iglesia», «el día del hombre y sus valores» y «el día de la familia». Pese al «ritmo frenético de nuestra época», no hay que olvidar que el domingo es «como el oasis en el que detenerse para saborear la alegría del encuentro y calmar nuestra sed de Dios».
Durante el Ángelus, Benedicto XVI animó a todos a ser solidarios con «las familias que viven mayores dificultades», debido a la «crisis económica y social» o a catástrofes como el reciente terremoto en la región italiana de Emilia Romaña. Concluyó anunciando la sede del próximo EMF, que en 2015 se celebrará en la ciudad estadounidense de Filadelfia. Será la octava edición de este evento que en 2006 tuvo lugar en Valencia.
El recuerdo a las víctimas de los terremotos en Emilia Romaña ha sido una constante en el VII Encuentro Mundial de las Familias. Esta preocupación tuvo su colofón al finalizar la misa de ayer, cuando monseñor Erminio De Scalzi, obispo auxiliar de Milán, anunció que de las ofertas realizadas al Papa en ocasión de la visita 500.000 euros serán dedicados a las personas más golpeadas por los seísmos.
2.700 familias, dispuestas a evangelizar China
La Feria de Milán recogió ya por la tarde algunos frutos de este Encuentro Mundial de las Familias de la mano del Camino Neocatecumenal: 2.700 familias se ofrecieron para la Nueva Evangelización en China. Mientras Benedicto XVI volaba de nuevo rumbo al Vaticano, el cardenal George Pell, arzobispo de Sídney, presidió el encuentro en el que participaron más de 40.000 personas, familias y jóvenes, en su mayoría.
El cardenal de Madrid, Rouco Varela, el arzobispo de Alcalá, Reig Plà, y el obispo de Murcia y Jerez asistieron a la cita. A ellos se unieron obispos de Brasil, Francia y México, entre otros países.
Kiko Argüello y Carmen Hernández,
acompañados por el sacerdote Mario Pezzi, fueron los que llevaron adelante
la predicación, que vivió su momento más álgido en la llamada
vocacional. Más de 70 chicos y 100 chicas se mostraron dispuestos a
evangelizar en la ciudad asiática
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