Jorge
e Isabel, de 28 y 29 años, se enteraron de que iban a tener un segundo
hijo pocos días después de la Misa de las familias del año pasado. Con
dos hijos y dos trabajos la vida les sonreía. Ahora ambos están en paro:
«Trabajábamos los dos dando clase, el colegio cerró y nos quedamos
ambos en el paro», relata Isabel.
Guillermo acaba de nacer hace
dos meses y no es consciente de la complicada situación familiar. A
pesar de ello el matrimonio confía en el Señor: «Son momentos difíciles
para la familia y a veces cuesta mantenerse entero. Yo incluso me he
derrumbado en alguna confesión», relata Jorge. Pero seguidamente
puntualiza: «Somos conscientes de que Dios proveerá». Isa, como le gusta
que le llamen, asegura que «nuestros amigos alucinan con la entereza y
la fe con la que afrontamos nuestra situación.
No lo entienden.
No se explican cómo no estamos desesperados y nos venimos abajo para
siempre. No se entienden como no arrojamos la toalla. Muchas veces
tenemos ganas de hacerlo, pero Jesucristo nos sostiene, la Iglesia nos
ayuda, la Iglesia nos acoge y se preocupa por nosotros».
Particularmente, «también nuestra comunidad neocatecumenal
se interesa y reza por nosotros. Somos un grupo de 40 y les explicamos
nuestra situación familiar. Y ellos nos dedican oraciones».
Jorge
e Isa también acudirán este año a la Misa de las familias, en la Plaza
de Colón de Madrid. «Iremos a rezar por nuestra familia y por todas las
demás. Asimismo, este año, con las 40 horas de adoración, la
organización nos brinda una maravillosa oportunidad para acudir al Señor
con confianza, pedirle por nuestras necesidad y agradecerle todo lo que
hace, a través de la Iglesia, por todos nosotros», aseguran.
«El
año pasado, celebrando esta día de la familia, estábamos en un tiempo
complicado para el matrimonio, estábamos en crisis, pasándolo mal.
Entonces vimos como la Iglesia era una madre, que no deja a sus hijos.
Ahora,
un año después tenemos otro hijo y nuestro matrimonio se ha renovado.
Con la Iglesia, el matrimonio empieza desde cero. Muchas veces pecamos y
la Iglesia nos permite empezar de cero, hacer borrón y cuenta nueva,
volver a empezar», confiesa este matrimonio.
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