lunes, 18 de junio de 2012

El Lincoln Center de Nueva York acoge la sinfonía de Kiko Argüello

Un acontecimiento histórico entre la Iglesia católica y el pueblo judío ha tenido lugar en Nueva York. El prestigioso auditorio Avery Fisher Hall ha acogido la celebración de un homenaje a las víctimas del Holocausto en el que la sinfonía «El sufrimiento de los inocentes» de Kiko Argüello reunió a más de 30 rabinos y cerca de 2.700 hebreos.

Aún se escucha el eco de lo ocurrido en la ciudad norteamericana y muchos ven en este gesto el inicio de una nueva etapa en las relaciones entre la Iglesia católica y el pueblo hebreo. El iniciador del Camino Neocatecumenal tuvo la inspiración, hace algo más de un año, de realizar una celebración catequética en la que resonase en esta composición musical sobre el dolor de la Virgen al pie de la cruz.

La orquesta, dirigida por Pau Jorquera, está compuesta por miembros del Camino de Italia y España e interpretó la música por primera vez en enero de 2011 ante más de 200 obispos de América en la Domus Galilaeae, una casa de oración y encuentro construida en el Monte de las Bienaventuranzas. Durante la celebración, en la que participaron diversas autoridades de Israel, los hebreos quedaron profundamente impresionados por la música y reconocieron sentirse comprendidos y amados por la Iglesia ante el dolor de la Shoah (el Holocausto). En diciembre del año pasado, la orquesta y Kiko Argüello fueron invitados a interpretar la obra musical en la sala Gerard Behar de la municipalidad de Jerusalén. De nuevo el éxito fue rotundo y al final del acto, judíos y católicos cantaron juntos la oración del Shemá mientras muchos de los asistentes lloraban.

El resultado de estos dos conciertos y el inmenso impacto en el pueblo judío hizo que le propusieran al Camino llevar la sinfonía a Nueva York, donde existen más de cinco millones de hebreos y viven los rabinos más importantes del mundo. El homenaje estuvo presidido por el rabino David Rosen y contó con la intervención de otros religiosos judíos, como Irving Greenberg, considerado una de las más altas autoridades morales en el hebraísmo. El rabino aludió al Concilio Vaticano II como el «inicio de una nueva apertura del cristianismo al mundo y una nueva etapa sobre el respeto y la dignidad para el diálogo y la comprensión entre cristianismo y judaísmo». Cabe recordar que uno de los frutos del Concilio fue la carta «Nostra Aetate» de Pablo VI, que reescribió las relaciones entre católicos y judíos. Un documento que, según Greenbeg, ha cogido un nuevo impulso gracias al Camino Neocatecumenal.

Al final del acto, el rabino Arthur Schneier, que acogió a Benedicto XVI en su sinagoga cuando el Pontífice visitó Nueva York hace unos años, agradeció que esta realidad eclesial esté favoreciendo un puente de diálogo entre el pueblo hebreo y la Iglesia católica. Tras escucharse la Sinfonía y las palabras del rabino Rosen, se oró por todos los inocentes del mundo y un cantor acompañado de un coro entonó la oración «El Male Rahamim» por las víctimas de los campos de concentración.

Entre las personalidades que asistieron al evento figuran el Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, Francis Assisi; el cardenal Rivera, de México; el cardenal Paul Josef Cordes; el arzobispo de Murcia, el arzobispo de Panamá, el arzobispo de Brooklyn y el obispo de Callao.

La respuesta al sufrimiento

En el programa de presentación de la Sinfonía que se entrega en cada concierto, Argüello se pregunta: «¿Quizá la música logra decirnos algo más profundo sobre un tema tan importante?». Y añade: «Aquella mujer que conocí en el barrio, con párkinson, abandonada por su marido y a quien su hijo enfermo mental golpeaba con un bastón mientras pedía limosna. Me quedé sobrecogido ante Jesús muerto en la cruz, presente en ella y en tantos otros. ¡Qué misterio el sufrimiento de tantos inocentes que cargan con el pecado de otros!». «Esa fila de mujeres y niños desnudos hacia la cámara de gas y aquel dolor profundo de uno de los guardianes que dentro de su corazón sentía una voz que le decía ‘‘entra en la fila y ve con ellos a la muerte’’ y no sabía de dónde le venía ni su significado. Dicen que después de Auschwitz ya no se puede creer en Dios, pero no es verdad. Dios se ha hecho hombre para cargar con el sufrimiento de todos los inocentes. ¡Él es el inocente total, el cordero llevado al matadero!». 


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