viernes, 2 de mayo de 2014

El Camino Neocatecumenal celebra un encuentro vocacional con 15.000 jóvenes en Cádiz

Se celebró en la localidad gaditana de Alcalá de los Gazules, el «Encuentro de las dos orillas», un encuentro vocacional organizado por el Camino Neocatecumenal al que asistieron unas 15.000 personas de toda Andalucía, Canarias y sur de Portugal en su mayoría jóvenes. El acto fue encabezado por los iniciadores y responsables de este carisma de la Iglesia, Kiko Argüello, Carmen Hernández y el presbítero Mario Pezzi
.Este encuentro servirá de pistoletazo de salida para otros que se irán desarrollando en otros lugares de España, tales como Valencia, Santiago de Compostela o Javier (Navarra), Europa y América.
El encuentro fue presidido por el obispo de Cádiz y Ceuta, Mons. D. Rafael Zornoza Boy, que estará acompañado del obispo de Asidonia-Jerez, Mons. D. José Mazuelos; el obispo de Córdoba, Mons. D. Demetrio Fernández; el arzobispo de Granada, Mons. D. Francisco Javier Martínez; el obispo de Huelva, Mons D. José Vilaplana y el obispo auxiliar de Sevilla, Mons. D. Santiago Gómez Sierra.
El acto contó también con la presencia de personas llegadas desde Canarias y la zona sur de Portugal. Así mismo, participaron numerosos sacerdotes y catequistas. De la provincia de Cádiz asistieron a este encuentro 3.800 personas, 1.700 de la diócesis de Jerez y 2.100 de la de Cádiz y Ceuta.

Se trata de un encuentro enmarcado «entre las dos orillas» porque hace referencia a los dos puntos geoestratégicos de esta visita de los iniciadores del Camino Neocatecumenal. Por un lado, el norte de África (Ceuta), en el que Kiko Argüello se reunió por la mañana con los responsables de la evangelización en la provincia y visitó el Centro Neocatecumenal. Por otro, Alcalá de los Gazules, donde se realizó este encuentro vocacional con el que se intentó promover vocaciones que ayuden a la evangelización del continente asiático.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Homilía del Cardenal Rylko, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, al Camino Neocatecumenal después de la audiencia con el Papa Francisco

Homilía del Cardenal Rylko dirigida a los Neocatecumenales reunidos en Porto San Giorgio el 16 de febrero del 2014, después del encuentro con el Papa Francisco.


EUCARISTIA
Un don que compromete...


l. El encuentro de los representantes del Camino Neocatecumenal con Papa Francisco en el Vaticano el 1 de febrero pasado ha sido un gran don para todos vosotros, un importante signo de confianza por parte del Sucesor de Pedro. Y en esta Eucaristía - que concluye vuestra convivencia - queremos dar gracias al Señor. Volveréis a vuestras comunidades, extendidas ya por todo el mundo, mas fuertes, más convencidos de que en vuestra misión no estáis solos: la Iglesia está con vosotros, el Papa os acompaña con su bendición.


¡Un nuevo Papa, un nuevo inicio! ¡Un nuevo inicio también para el Camino! Ciertamente, no recomenzáis de cero, porque el Camino tiene ya a sus espaldas una larga y consolidada historia de generoso servicio a la misión de la Iglesia. Pero, al mismo tiempo, cada pontificado abre en la vida de la Iglesia un capítulo nuevo y trae siempre consigo novedades. 


Con la elección de un nuevo Pontífice el Espíritu Santo parece decir a la Iglesia: “¡He aquí que hago algo nuevo: que ahora germina! ¿no os dais cuenta?” (Is 43,19). Esto significa que estamos viviendo un kairós particular y todos debemos estar atentos a lo que dice el Espíritu Santo a la Iglesia hoy a través del Papa Francisco. De hecho, aunque no ha transcurrido mas que un año desde el inicio de su pontificado, todos sentimos en la Iglesia un nuevo soplo del Espíritu Santo que empuja a cada discípulo de Cristo a renovar el celo y el ardor misionero. La “mies evangélica”es enorme y se necesitan muchos operarios...


2. El Papa Francisco quiere una Iglesia “en camino”- como el mismo dice - una Iglesia “en salida” hacia las periferias existenciales y geográficas de nuestro mundo. En otras palabras, desea una Iglesia animada por una profunda inquietud y ardor misionero. La Iglesia, o sea cada uno y cada una de nosotros... ¡El Papa Francisco prefiere una “Iglesia accidentada” a una Iglesia inmóvil, replegada sobre sí misma, autorreferencial! ¡Una Iglesia “en camino”, por tanto! Y vosotros, hermanos y hermanas, entendéis muy bien el significado de esta palabra, porque sois un Camino... Una de las referencias esenciales de un buen neocatecúmeno es precisamente esta: ¿camina o no camina? 


El Papa Francisco nos invita, además, a contemplar las periferias existenciales y geográficas de nuestro mundo, nos invita a ir al encuentro de tantos desiertos espirituales de hoy, en particular en nuestra viaja Europa, pero no solo. Y también este es un asunto muy cercano a vosotros. El Camino Neocatecumenal ha nacido -precisamente - en Palomeras Altas, o sea en las periferias de Madrid, hace más de cuarenta años. ¡Por tanto ha nacido en las periferias y es necesario que conserve esta característica, que continúe siendo particularmente cercano a los alejados, a los heridos, a los marginalizados, a los que son rechazados por la sociedad, pero no son rechazados por Dios! En otras palabras, ¡es fundamental que el Camino conserve viva la memoria de los orígenes! El Papa Francisco reitera que solo desde las periferias se conoce verdaderamente la realidad. Pienso que es esta la gran riqueza del Camino Neocatecumenal: su presencia en las periferias, la cercanía a las periferias, así como el afán de convertirse en la voz de las periferias en la Iglesia. ¡Y la Iglesia lo necesita mucho! 


Pero hay todavía otro aspecto de esta nueva etapa misionera de la Iglesia que el Papa Francisco quiere relanzar: la alegría. Cuántas veces el Santo Padre nos ha dicho en este primer ano de pontificado que un cristiano no puede ser triste, porque vive en Cristo Resucitado que es fuente de alegría y de consolación, que es paracletos, consolador, abogado, y esto genera una gran alegría en el corazón. En la Evangelii Gaudium, el Papa Francisco explica - con cierto humor- que sucede frecuentemente que los cristianos nos presentamos al mundo con “cara de funeral” (cfr. n. 10), pero la gente tiene derecho de recibir la Buena Noticia por parte de “ministros del Evangelio cuya vida irradie fervor, que hayan recibido ellos primero la alegría de Cristo” (ibidem). El famoso filósofo alemán Friedrich Nietzsche (¡ateo!) reprochaba sarcásticamente a los cristianos que tenían una cara triste, una cara de personas no redimidas... 


¡Qué bien que el Camino engendre cristianos con cara alegre! ¡Esto es una gran contribución que ofrecéis en la Iglesia! El Papa Francisco nos pide a todos: “No os dejéis robar la alegría de evangelizar!”. La misión evangelizadora es fuente de alegría permanente del espíritu. Un misionero triste no convence a nadie... ¡Como no recordar en este momento el testimonio alegre de las familias del Camino a las que el Papa Francisco ha enviado en misión ad gentes! ¡Qué alegría brillaba en las caras de las mamás, de los papás, de los hijos! El Santo Padre estaba visiblemente conmovido por este testimonio de alegría. Familias que partían para Países lejanos y desconocidos, sin saber lo que se encontrarán, y sin embargo, a pesar de las incógnitas, partían con alegría. En esta Eucaristía encomendamos al Señor a todas aquellas familias y rezamos para que “la dulce y reconfortante alegría de evangelizar” (ibidem) no les abandone nunca y no se apague nunca en su vida.


3. Queridos amigos, este es en síntesis el proyecto de esta nueva etapa misionera que el Papa Francisco quiere lanzar hoy en la Iglesia. Lo ha descrito con gran cuidado y precisión en su Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, que os exhorto a tomar como brújula segura para vuestra misión, como un vademecum de todo misionero y de toda familia en misión. 


¡Pero vosotros habéis recibido también del Santo Padre otro don, un don pensado solo para el Camino! Se trata de las palabras que os ha dirigido el 1 de febrero pasado. ¡Por favor, no hagáis caso de los rumores y comentarios engañosos que empiezan a circular! ¡Prestad en cambio oídos dóciles e agradecidos al Santo Padre y haced un tesoro de sus palabras!


El Papa Francisco os ha encomendado con paternal solicitud: ¡sed servidores y constructores de la comunión en la Iglesia! ¿Qué puede ser mejor que esto? Ser constructores de comunión en las diócesis, en las parroquias, en vuestras comunidades, constructores de comunión valientes e incansables... ¡El Concilio Vaticano II nos ha recordado que la Iglesia es misterio de comunión misionera! ¡Comunión y misión van siempre juntas y son inseparables!


El Papa os ha dicho también: ¡no olvidéis que el Espíritu Santo siempre os precede! ¡Esto es un signo de alegría y esperanza! ¡Cuando vais por los caminos, de casa en casa, cuando partís para Países lejanos (ad gentes) en Asia, en frica, en América, no estáis nunca solos! El Espíritu Santo, que obra siempre, prepara el terreno para que podáis sembrarla palabra de salvación...


Y finalmente el Papa os ha dicho: sed siempre servidores de misericordia en relación con los hermanos y hermanas heridos profundamente por el pecado, por los acontecimientos dolorosos de la vida. No condenéis a nadie, sino sabed entrar en la paciencia de Dios que no se cansa nunca de perdonar, que no se cansa nunca de esperar hasta la recolección... ¡La lógica de Dios es bien diferente de la nuestra que queremos siempre todo y rápido!


En estos días de convivencia en Porto San Giorgio, habéis pasado revista a la vida del Camino en todos los continentes: ¡cuántas comunidades, cuántos seminarios Redemptoris Mater, cuántos milagros de la gracia! ¡Cuántos desafíos, pero también cuántas consolaciones!¡Verdaderamente es para dar gracias al Señor por todos estos dones!¡Cómo no exclamar con estupor y gratitud con las palabras del Sirácida de la primera lectura del domingo de hoy: “Qué grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder, todo lo ve. Sus ojos están sobre los que le temen, él conoce todas las obras del hombre.” (Sir 15,18-19). La historia del Camino demuestra de tantas formas, queridos hermanos y hermanas, que Dios es fiel. Dios nunca decepciona. Por eso continuad, caminad así, con parresia y con alegría.


Card. Stanislaw Rylko
Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos

Carta de un preso a Kiko Argüello

Querido Kiko: ¡que la Paz del Señor resucitado esté siempre contigo!.

Me llamo Pasquale y soy de la primera comunidad neocatecumenal de la cárcel de Poggioreale (Nápoles). Estoy contento de escribirte esta carta porque cuando me mandaron los anuncios de las catequesis fuí a escuchar solo por asuntos personales, porque quería meterme en el bolsillo al sacerdote, porque ya llevaba ocho meses en la cárcel y pensaba que el sacerdote podía hacerme salir de la cárcel. Sin embargo no sabía que el Señor tenía para mí un proyecto bien distinto. Y cuando fuimos a escuchar las catequesis, éramos 80 presos.

Las catequesis hablaban, pero nosotros no las escuchábamos y hablaban de este camino neocatecumenal, hablaban de este español, de este Kiko, hablaban de la Virgen María, pero a mí personalmente no me importaba absolutamente nada, porque solo pensaba en salir de la cárcel.

Pensaba en todos mis problemas de afuera, pensaba en todos los años de cárcel que ya había pasado y nadie me liberó nunca, como podía liberarme Jesucristo, pero los catequistas seguían diciéndonos que el Señor nos libraría de nuestras esclavitudes, aunque yo, sinceramente hablando, no me lo creía, y decía: "no son más que chorradas, ¿qué quieren estos pelmas?..., ellos ahora se van a casa, mientras que nosotros estamos encerrados aquí dentro y nos vienen a decir todas estas chorradas..., pero a mí, ¡qué me importa!".

Pensaba en todo lo que hacía afuera, pensaba que al salir tenía que vender droga, pensaba robar a la gente para sacar dinero, incluso estaba pensando en meterme en algún clan camorrista, porque quería vengarme de todas las maldades que había recibido.

Pero durante las catequesis estaba naciendo algo dentro de mí, cada catequesis que escuchaba me hacía estar clavado en la silla, ya no era capaz de oir la voz de mis amigos, el Señor quería hacer nacer algo dentro de mí, pero todavía no quería aceptar esa realidad.

Porque el Señor sabía como pillarme, porque El sabía que doy asco, pero el Señor no me abandonó, sabía que yo tenía necesidad de El. El Señor me estuvo realmente cerca porque el sabía que yo era débil, ya sabía de mis perseguidores y no me abandonaba nunca.

Porque luego empezaron las persecuciones, mis amigos empezaron a decirme que era idiota, siempre me decían "pero, ¿cómo consigues estar sentado y escuchar estas bobadas?"..., pero el Señor no me dejaba ir. El sabía que yo tenía necesidad de El, porque en la cárcel es difícil escuchar la Palabra de Dios, porque todos piensan que ir a la iglesia es una vergüenza, porque también yo pensaba todo esto y no estaba confirmado, no había hecho la primera Comunión, no me había confesado en mi vida, es más, los curas y las monjas me eran todos antipáticos e incluso llegué a robarles.

Pero el Señor sabía adonde quería llevarme, a esta nueva vida... Durante la celebración penitencial me encerraba en mí mismo porque tenía miedo de confesarme, de ser juzgado, tenía miedo de la vergüenza, pero algo sucedió dentro de mí durante la celebración, no sé ni como explicarlo, me encontré delante del sacerdote sin ni siquiera darme cuenta.

El Señor quiso llevarme allí, hacerme sentir la alegría dentro de mí, hacerme sentir el amor que El tenía por mí, hacerme sentir que El me quería realmente, que El me estaba perdonando todos mis pecados, porque pensaba que mi vida ya no era nada, que estaba acabada, porque a mi siempre me juzgaron los tribunales y siempre fuí condenado, me dieron siempre años de cárcel.

Pero en aquella penitencial ví cómo el Señor, con todas las maldades, con todo el mal que he hecho a la pobre gente, con toda la droga que vendí a los pobres chavales inocentes, ví que el Señor me perdonó, entonces entendí que había un Dios que no me condenaba, sino que me había perdonado todos los pecados.

Pero la alegría y el amor que el Señor quería darme creía que se acabarían después de la penitencial, pero el Señor, una vez más, se me manifestó en la celebración de la Biblia (de la Palabra -se refiere a la celebración de la entrega solemne de la Biblia por parte de la Iglesia, en el marco de una celebración de la Palabra que tiene lugar en el período de catequesis, una vez realizada la penitencial-) porque después de la celebración volvimos a las celdas y abrí la Biblia al azar y la lectura que salió era precisamente la de "Lázaro, sal fuera!". Allí el Señor me hizo entender que aquel Lázaro que estaba en el sepulcro era yo, el Señor poco a poco me estaba haciendo entender que quería devolverme la vida. Quería hacerme vivir una alegría todavía más grande, la celebración de la Eucaristía. Allí realmente el Señor estaba comenzando a abrir este camino, porque todo me llamaba la atención: los salmos, los cantos...

...Pero de repente sucedió algo... y empieza también la persecución y el pitorreo, mis compañeros de celda empezaron a decirme "pero, ¿quién te obliga a hacerlo?"... y mes tras mes el Señor estaba realmente haciendo nacer algo dentro de mí, me estaba haciendo entender, a pesar de que yo hubiera ido a las catequesis para meterme en el bolsillo al sacerdote para salir de la cárcel.

Pero el Señor me hacía sentir cada vez más feliz porque seguía en la cárcel, el Señor me estaba liberando de mis maldades, de mis esclavitudes, de la esclavitud de la droga, de la esclavitud del mal, el Señor me estaba haciendo entender que mi vida no era el dinero, sino mi familia. Porque yo pensaba que el dinero lo era todo para mí, el Señor me hacía entender que tenía que ir a trabajar y que no debía robar ni vender droga. Lo más bonito era cuando mi mujer venía a visitarme y yo le hablaba de la comunidad. Mi mujer me veía cambiado pero también decía que estaba loco porque yo le decía que cuando saliera la llevaría a la Iglesia y me casaría con ella, pero ella no se lo creía, hacía diez años que estábamos casados por lo civil, pero ella seguía diciéndome que estaba loco porque yo le decía que tenía que hacer la primera Comunión, pero ella no se lo creía. Realmente estaba creciendo en Jesucristo porque me daba cuenta de que ya no me importaba salir (de la cárcel), el Señor empezaba a hablar dentro de mí, hablaba a mi corazón, lo sentía cada vez más cerca con el canto "Quién nos separará del amor de Dios", no hacía otra cosa que cantar este canto. ...El tiempo pasaba y yo no me daba cuenta... y el Señor una vez más quería hacerme vivir algo precioso, porque el juez me dió ocho dias de permiso, pero esta vez no era como todas las demás veces, porque sentía algo distinto a todas las demás veces que había salido de la cárcel. Las otras veces pensaba enseguida en conseguir dinero, pero esta vez el Señor estaba cambiando realmente mi vida.

Porque el Señor me había puesto ante el camino del bien y del mal... estaba realmente cerca de mí y realmente era El quien me acompañaba de la mano porque me quería mucho y me estaba haciendo salir de una esclavitud de la que nunca nadie pudo hacerme salir, de la esclavitud de la droga. ...Estaba muy contento porque sentía que el Señor empezaba a hablar a mi corazón, me daba la alegría de volver a la cárcel porque si no hubiera conocido al Señor seguramente no habría vuelto. Los ocho días de permiso pasados en casa con mi mujer y mis dos hijos fueron muy bonitos porque era muy distinto de las otras veces, porque las otras veces no me importaba nada estar en casa, porque salía corriendo a buscar a mis amigos para ver como debía conseguir dinero, hablando claro, adonde tenía que ir a robar.

Pero luego volví a la cárcel con serenidad y tranquilo... Nuestros catequistas vinieron a vernos y estuvimos celebrando la Eucaristía, y en un momento dado entró una brigada con dos guardias y me llamaron para que saliera porque era libre. Pero yo ya no sentía este deseo de salir y les dije que no me iba hasta que terminara la Eucaristía. El capellán y los catequistas me invitaban a irme porque era libre de salir, pero yo insistía en que quería terminar la Eucaristía. Y los guardias me decían que estaba loco porque nunca habían visto a nadie que no quisiera salir de la cárcel, porque normalmente cuando salen, todos lo dejan todo y se van pitando, pero yo sentía que el Señor hablaba a mi vida. Cuando salí de la cárcel, el Señor me había puesto delante el camino del bien y del mal. He elegido la senda de Jesucristo, la estrecha difícil y cuesta arriba, y empecé a continuar el camino en la décima comunidad de San Giacomo, a pesar de que tenía muchas dificultades porque vivía lejos y no conseguía ir hasta allá porque me faltaba dinero para gasolina, pero el Señor siempre ha estado cerca de mí y así he empezado a experimentar la providencia de Dios y a constatar que El es padre de la vida.

Como primera cosa, quise hacer la Confirmación porque me hacía falta para casarme en la Iglesia y me alegró que uno de los catequistas de la cárcel quisiera ser mi padrino y luego le pedí que también fuera mi padrino de boda y él aceptó. Fué bonito el día de mi boda en la Iglesia, porque realmente sentía que Jesucristo venía a atarme con más fuerza a mi mujer, a la que yo había hecho sufrir tanto, cuando me drogaba y vivía en la muerte, y me daba la posibilidad de tener una familia cristiana en el verdadero sentido de la palabra. Tuve problemas con las personas que estaban a mi alrededor, con los parientes que no creían que yo hubiera cambiado, que no era posible porque siempre que había hecho una promesa, después no la había mantenido nunca, con mis amigos con los que iba a robar y a los cuales les decía que era el Señor quien nos salvaba de nuestras esclavitudes, pero ellos me decían que estaba loco, pero veía lo importante que era hablar de Dios porque el Señor me robustecía, a mí, porque sentía que tenía necesidad de él y he visto cómo el Señor proveyó para mí y para mi familia.

Empecé a trabajar recogiendo la basura por la noche con una empresa privada, haciendo grandes sacrificios porque no quería renunciar a las celebraciones de la comunidad. Luego, cuando la empresa perdió la contrata, me quedé en paro, pero después de poco tiempo Dios proveyó y encontré un puesto de albañil que para mi era agobiante porque tenía que levantarme por la mañana muy temprano y sufría mucho por el cansancio, porque yo nunca había trabajado así, y esto yo no lo aceptaba demasiado bien porque veía que cuando vendía droga trabajaba menos y ganaba mucho más. Pero el Señor me hizo entender poco a poco que solo él era importante y que tenía que trabajar para alimentar a mi familia, y que lo más importante era anunciar su amor a mis compañeros. Lo más bonito para mí es hablar de este Jesucristo resucitado, porque él me ha sacado realmente de lo profundo del abismo, de la oscuridad de la muerte, en donde yo no veía la luz, pero el Señor me ha sacado de nuevo a la luz, me ha devuelto la vida, y por todo eso quiero dar gracias al Señor. Quiero dar gracias al Camino Neocatecumenal, porque si no hubiese conocido el Camino estaría todavía vendiendo droga, estaría todavía haciendo daño a la gente, pero el Señor ha sido realmente bueno, realmente me quiere como un padre. Es el único padre que he tenido en la vida, porque crecí sin padre, es el único padre que me ha querido, con todos mis pecados.

Un día me ocurrió que tuve que ir a un proceso por una vieja historia de droga, y a mí no me importaba nada tener que volver a la cárcel, aunque lo sentía por mi familia y mi comunidad. Y el Señor me mostró su gran paternidad también en este hecho, no dejándome solo, porque al proceso vinieron también los hermanos de mi comunidad, que mientras esperaban se pusieron a rezar conmigo, a pesar de toda la gente que había, y gracias a sus oraciones y a la ayuda del Señor, el juez me dijo que estaba libre y que no tenía que volver a la cárcel. Después de estos años de camino a través de las tribulaciones, las persecuciones, el Señor me está haciendo vivir los días más bonitos de mi vida porque en mi barrio antes se sabía que yo robaba y vendía droga, pero lo más bonito es que ahora solo me ven hablar de Jesucristo.

Querido Kiko, no acabaría nunca de contarte las maravillas que el Señor ha hecho conmigo, me ha hecho experimentar la alegría de tener otro hijo (Emanuele = Dios con nosotros) y un poco después otra hija, de sentirme realmente padre y de hacer entender a mis hijos que siempre me equivoqué en la vida, pero que hoy está Jesucristo, que me ha aceptado con todos mis pecados y con todas las dificultades, que siempre está Dios Padre que provee para nosotros. Yo me maravillo de mí mismo, veo como el Señor se sirve de mí para llevar su Palabra aunque yo no sea digno de hablar de El, pero veo que El se sirve de mí para dar testimonio, de hecho algunos de mis amigos de infancia con los que robaba están viniendo ahora a escuchar las catequesis para poder entrar en comunidades.

Al final de esta carta, la hija de Pasquale quiso añadir:

Querido Kiko, soy una niña de nueve años y también yo he tomado el camino del Señor como ha hecho mi padre que era un drogadicto y un ladrón, pero yo he entendido que lo más importante es tener alegría, amor, fraternidad con Dios y con nuestro prójimo.

El Señor ha cambiado a mi familia y estamos siguiendo siempre a Dios y no lo dejaremos nunca, y siempre le seguiremos a El porque el dinero no hace feliz al hombre, al contrario, le hace infeliz, pero si un hombre sigue el camino del Señor y de la paz, es feliz como mi familia y yo, pues nos ha cambiado y nos ha hecho salir de la tribulación y nos ha hecho felices, alegres y llenos de la luz del Señor, que ha entrado en nuestros corazones.

Palabras del Papa al Camino Neocatecumenal

Queridos hermanos y hermanas
Doy gracias al Señor por la alegría de vuestra fe y por el ardor de vuestro testimonio cristiano. Os saludo a todos cordialmente, empezando por el Equipo responsable internacional del Camino Neocatecumenal, junto a los sacerdotes, a los seminaristas y a los catequistas. Un saludo lleno de afecto dirijo a los niños, presentes en gran número. Bravo, gracias. Mi pensamiento va de manera especial a las familias, que se dirigirán a las diversas partes del mundo a anunciar y dar testimonio del Evangelio. La Iglesia os está agradecida por vuestra generosidad. Os doy las gracias por todo lo que hacéis en la Iglesia y en el mundo.
Y precisamente en nombre de la Iglesia, nuestra Madre, nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica, como le gustaba decir a san Ignacio de Loyola, en nombre de la Iglesia quisiera proponeros algunas sencillas recomendaciones. La primera es la de tener el máximo cuidado por construir y conservar la comunión dentro de las Iglesias particulares en las que iréis a trabajar. El Camino tiene un carisma propio carisma, una dinámica propia, un don que, como todos los dones del Espíritu tiene una profunda dimensión eclesial; esto significa ponerse a la escucha de la vida de las Iglesias a las que vuestros responsables os envían, a valorar sus riquezas, a sufrir por sus debilidades si es necesario, y a caminar juntos, como único rebaño, bajo la guía de los Pastores de las Iglesias locales. La comunión es esencial: a veces sucede, a veces puede ser mejor a renunciar a vivir en todos los detalles lo que vuestro itinerario exigiría, con tal de garantizar la unidad entre los hermanos que forman la única comunidad eclesial, de la que siempre debéis sentiros parte.
Otra indicación: allí donde vayáis, os hará bien pensar que el Espíritu de Dios llega siempre antes que nosotros. Esto es importante. ¡El Señor siempre nos precede! Pensad en Felipe, cuando el Señor le envía por ese camino y en la carroza estaba ese ministro de economía. El espíritu había llegado antes: el leía el libro del profeta Isaías. No entendía, pero el corazón ardía, y así cuando Felipe se acerca, está preparado para la catequesis y para el bautismo. El Espíritu siempre nos precede, Dios va siempre antes que nosotros. También a los lugares más alejados, también a las culturas más diversas, Dios derrama en todas partes las semillas de su Verbo. De aquí brota la necesidad de una especial atención al contexto cultural en el que vosotras familias iréis a trabajar: se trata de un ambiente a menudo muy distinto de aquel del que procedéis. A muchos de vosotros les costará aprender el idioma local, a veces difícil, y este esfuerzo es apreciable. Mucho más importante será vuestro compromiso para «aprender», lo ha dicho Kiko, las culturas que encontraréis, sabiendo reconocer la necesidad del Evangelio que está presente en todas partes, pero también esa acción que el Espíritu Santo ha realizado en la vida y en la historia de cada pueblo.
Y finalmente, os exhorto a tener cuidado con amor unos de otros, de forma particular de los más débiles. El Camino Neocatecumenal, en cuanto itinerario de descubrimiento del propio Bautismo, es un camino exigente, a lo largo del cual un hermano o una hermana pueden encontrar dificultades imprevistas. En estos casos, el ejercicio de la paciencia y de la misericordia por parte de la comunidad es signo de madurez en la fe. La libertad de cada uno no debe ser forzada, y se debe respetar la eventual elección de quien decidiera buscar, fuera del Camino, otras formas de vida cristiana que le ayuden a crecer en la respuesta a la llamada del Señor.
Queridas familias, queridos hermanos y hermanas, os animamos a llevar a todas partes, también a los ambientes más descristianizados, especialmente a las periferias existenciales, el Evangelio de Jesucristo. Evangelizad con amor, llevad a todos el amor de Dios. Decid a cuantos encontréis en los caminos de vuestra misión que Dios ama al hombre así como es, también con sus límites, con sus errores, con sus pecados. Y por esto ha enviado a su hijo, para que tomara sobre sí nuestros pecados. Sed mensajeros y testigos de la infinita bondad y de la inagotable misericordia del Padre.
Os confío a la Virgen María, para que inspire y sostenga siempre vuestro apostolado. En la escuela de esta tierna Madre sed misioneros celosos y alegres. No perdáis la alegría. Adelante.