En
primera persona. Así desgrana Kiko Argüello su conversión tras una
crisis personal profunda, cómo se enfrentó cara a cara con el
sufrimiento y la pobreza le llevó a encontrarse con Cristo, los primeros
pasos del Camino Neocatecumenal... El iniciador de esta realidad
eclesial presente en 101 naciones de los cinco continentes desvela las
claves de su ser y hacer en «El Kerigma, en las chabolas con los pobres»
(BuenasLetras), un libro que prologa el prefecto de la Congregación
para el Culto Divino, el cardenal Antonio Cañizares, y que cuenta además
con un comentario de Christoph Schönborn, arzobispo de Viena. LA RAZÓN
ofrece a sus lectores un adelanto de algunos de los pasajes más
destacados del libro, que saldrá a la venta el martes. Los beneficios
del libro inrán destinados íntegramente a la Fundación Familia de
Nazaret para financiar la Evangelización itinerante.
Su juventud: «Intenté vivir como si Dios no existiera»
Fue entonces cuando se me cerró el cielo. Se me formó encima como un cielo de cemento y la vida empezó a ser muy dura [...] Había muerto interiormente y estaba literalmente sorprendido de que la gente fuese capaz de vivir cuando yo no era capaz de hacerlo. La gente se ilusionaba por el fútbol, el cine... sin embargo, a mí esas cosas no me decían nada [...] Todo esto también me lo planteaba porque sentía que tenía sobre mí como una manta mojada que me hacía buscar la verdad constantemente: «¿Quiénes somos y qué hacemos en el mundo?» Para mí no era indiferente si Dios existía o no existía, sino que era una cuestión de vida o muerte [...] Yo intenté vivir así, pero pronto me di cuenta de que, cuando la vida se hace insoportable, sólo hay una salida: suicidarse [...] En un momento trágico de mi existencia entré en mi cuarto, cerré la puerta y grité a ese Dios: «¡Si existes, ven!, ¡ayúdame porque ante mí tengo la muerte!»
El inicio de la conversión: «¡Entonces grité al Señor!»
Frecuentaba Bellas Artes y en mi curso había un cura, también pintor, y fui a hablar con él sobre esto. Todo lo que me decía me parecían cosas sin consistencia. Entendí rápidamente que el problema era la fe, y que yo solo no me podía dar la fe. ¡Entonces grité al Señor y en aquel momento, de repente, sentí dentro de mí la certeza de que Dios existía! No lo sentí como un razonamiento o como una teoría, no. Dios existía: era como un toque de sustancia.
Experiencia transformadora: «Me encontré con el misterio de Cristo cruficificado»
En Navidad iba a casa de mis padres a pasar la Nochebuena con ellos. Una Navidad, fui a la cocina y vi que la señora de servicio que trabajaba en casa de mis padres estaba allí llorando, precisamente el día de Navidad. Le dije: «Qué le pasa?». Y me contó una historia que me dejó estupefacto. Su marido estaba alcoholizado y, al llegar a casa borracho, les pegaba con un palo a ella y a los hijos o les amenazaba con un cuchillo. Tenía muchos hijos [...] Entendía que así no podía seguir y pensé: «Y si Dios me dice que tengo que irme a vivir con esa familia para ayudar a ese hombre a no beber y a salvar a sus hijos, que están sufriendo tanto?». Y así lo hice: dejé todo y me fui a vivir allí [...] Me encontré con un sufrimiento humano inaudito, una especie de Auschwitz. Dicen que después de Auschwitz ya no se puede creer en Dios... Bien, no obstante yo encontré allí una respuesta sorprendente, me encontré con el misterio de Cristo crucificado. Entendí que hay una presencia de Cristo en los que sufren, sobre todo en el sufrimiento de los inocentes. Hay gente que es inocente y está cargando con el pecado de otros, ese pecado horrible de un alcoholizado, de uno que le pega a su madre, de un hijo anormal, del incesto, etc. Eso hace que esos inocentes estén llevando con Cristo la salvación al mundo.
La semilla del Camino: «Querría irme a vivir entre los pobres»
Tenía un amigo que era asistente social y que trabajaba en las chabolas de Palomeras, y le dije: «Querría dejarlo todo e irme a vivir entre los pobres». Y me indicó un sitio: un pequeño valle lleno de cuevas, donde había gitanos, quinquis, vagabundos, pordioseros, mendigos, prostitutas viejas... una zona horrible. [...] Me fui a vivir allí con una guitarra y una Biblia. En el suelo había un colchón. Me acuerdo de que hacía un frío espantoso. Aquella chabola era en un refugio para los perros y los perros me calentaban. Dormía con cuatro o cinco perros encima, si no, me moría de frío.[...] A aquel ambiente me llevó Dios, porque yo, sinceramente, no habría ido nunca.
La Buena Noticia frente a la muerte: «¿Por qué en España un hombre quemó a sus hijos?»
¿Por qué en España un hombre mató y quemó a sus hijos? Seguramente había hecho la primera comunión, iba a misa, pero desde la universidad había dejado de practicar. Decía Juan Pablo II que si un bautizado deja de practicar y decide ser él quien dirige su vida, su bautismo queda como muerto. [...] Toda la humanidad está sometida al imperio de la muerte y tenemos que anunciarle la Buena Noticia.
El reto de la evangelización: «Siempre tiene lugar en medio de dificultades»
Para concluir, me gustaría señalar que, contado así, todo parece fácil, pero la evangelización siempre tiene lugar en medio de dificultades. Hemos sido perseguidos y expulsados de muchas parroquias. A veces no se comprende lo que es el Camino y nos confunden con una secta. Sin embargo, queremos seguir a Jesucristo y sus huellas y sabemos que la persecución es la fuente del verdadero éxito, que ella nos ayuda en la conversión. Todo lo que nos asemeje a Jesucristo es la verdad.
CARMEN Y «EL MISTERIO PASCUAL DEL CONCILIO»
Kiko se detiene en uno de los capítulos del libro en la figura de Carmen Hernández, iniciadora con él del Camino Neocatecumenal: «Dios quiso que en aquel ambiente, hasta con chicos drogados y con los gitanos, yo me encontrase con Carmen, una misionera que se estaba preparando para ir a la India y había tenido contactos con el arzobispo Manrique también para ir a Oruro, Bolivia, entre los mineros (...). Dios ha querido que Carmen y yo estuviéramos juntos en esta obra. Carmen es muy importante para el Camino. A través del padre Farnés, que es un gran liturgista, al que había conocido en Barcelona, me puso en contacto con la renovación del Concilio Vaticano II. Siempre me ha dicho la verdad, aportando al Camino todo el descubrimiento del misterio pascual del Concilio». En la imagen, Carmen y Kiko, con Juan Pablo II.
¿Qué es el kerigma?
Kiko Argüello dedica parte del libro a explicar el sentido del término griego clave en sus catequesis: «No hay cosa más grande en el mundo que el anuncio del Evangelio. ‘‘Dios ha querido salvar al mundo a través de la necedad del kerigma''. El kerigma no es un sermón, no es una meditación. ¿Qué es el kerigma? Es el anuncio de una noticia que se realiza cada vez que se proclama. ¿Y qué es lo que se realiza? La salvación. Si hoy os anuncio el kerigma, vuelve a realizarse ante vosotros la salvación. «Dios ha querido salvar al mundo a través de la necedad del kerigma». Esta noticia que se hace presente, hace presente un acto, algo que está en acto, algo que se hace realidad. Por eso es tan importante el anuncio del Evangelio. La palabra ‘‘evangelio'' significa Buena Nueva».
«El kerigma en las chabolas con los pobres»
Kiko Argüello
buenas letras
144 páginas. 12 euros
Su juventud: «Intenté vivir como si Dios no existiera»
Fue entonces cuando se me cerró el cielo. Se me formó encima como un cielo de cemento y la vida empezó a ser muy dura [...] Había muerto interiormente y estaba literalmente sorprendido de que la gente fuese capaz de vivir cuando yo no era capaz de hacerlo. La gente se ilusionaba por el fútbol, el cine... sin embargo, a mí esas cosas no me decían nada [...] Todo esto también me lo planteaba porque sentía que tenía sobre mí como una manta mojada que me hacía buscar la verdad constantemente: «¿Quiénes somos y qué hacemos en el mundo?» Para mí no era indiferente si Dios existía o no existía, sino que era una cuestión de vida o muerte [...] Yo intenté vivir así, pero pronto me di cuenta de que, cuando la vida se hace insoportable, sólo hay una salida: suicidarse [...] En un momento trágico de mi existencia entré en mi cuarto, cerré la puerta y grité a ese Dios: «¡Si existes, ven!, ¡ayúdame porque ante mí tengo la muerte!»
El inicio de la conversión: «¡Entonces grité al Señor!»
Frecuentaba Bellas Artes y en mi curso había un cura, también pintor, y fui a hablar con él sobre esto. Todo lo que me decía me parecían cosas sin consistencia. Entendí rápidamente que el problema era la fe, y que yo solo no me podía dar la fe. ¡Entonces grité al Señor y en aquel momento, de repente, sentí dentro de mí la certeza de que Dios existía! No lo sentí como un razonamiento o como una teoría, no. Dios existía: era como un toque de sustancia.
Experiencia transformadora: «Me encontré con el misterio de Cristo cruficificado»
En Navidad iba a casa de mis padres a pasar la Nochebuena con ellos. Una Navidad, fui a la cocina y vi que la señora de servicio que trabajaba en casa de mis padres estaba allí llorando, precisamente el día de Navidad. Le dije: «Qué le pasa?». Y me contó una historia que me dejó estupefacto. Su marido estaba alcoholizado y, al llegar a casa borracho, les pegaba con un palo a ella y a los hijos o les amenazaba con un cuchillo. Tenía muchos hijos [...] Entendía que así no podía seguir y pensé: «Y si Dios me dice que tengo que irme a vivir con esa familia para ayudar a ese hombre a no beber y a salvar a sus hijos, que están sufriendo tanto?». Y así lo hice: dejé todo y me fui a vivir allí [...] Me encontré con un sufrimiento humano inaudito, una especie de Auschwitz. Dicen que después de Auschwitz ya no se puede creer en Dios... Bien, no obstante yo encontré allí una respuesta sorprendente, me encontré con el misterio de Cristo crucificado. Entendí que hay una presencia de Cristo en los que sufren, sobre todo en el sufrimiento de los inocentes. Hay gente que es inocente y está cargando con el pecado de otros, ese pecado horrible de un alcoholizado, de uno que le pega a su madre, de un hijo anormal, del incesto, etc. Eso hace que esos inocentes estén llevando con Cristo la salvación al mundo.
La semilla del Camino: «Querría irme a vivir entre los pobres»
Tenía un amigo que era asistente social y que trabajaba en las chabolas de Palomeras, y le dije: «Querría dejarlo todo e irme a vivir entre los pobres». Y me indicó un sitio: un pequeño valle lleno de cuevas, donde había gitanos, quinquis, vagabundos, pordioseros, mendigos, prostitutas viejas... una zona horrible. [...] Me fui a vivir allí con una guitarra y una Biblia. En el suelo había un colchón. Me acuerdo de que hacía un frío espantoso. Aquella chabola era en un refugio para los perros y los perros me calentaban. Dormía con cuatro o cinco perros encima, si no, me moría de frío.[...] A aquel ambiente me llevó Dios, porque yo, sinceramente, no habría ido nunca.
La Buena Noticia frente a la muerte: «¿Por qué en España un hombre quemó a sus hijos?»
¿Por qué en España un hombre mató y quemó a sus hijos? Seguramente había hecho la primera comunión, iba a misa, pero desde la universidad había dejado de practicar. Decía Juan Pablo II que si un bautizado deja de practicar y decide ser él quien dirige su vida, su bautismo queda como muerto. [...] Toda la humanidad está sometida al imperio de la muerte y tenemos que anunciarle la Buena Noticia.
El reto de la evangelización: «Siempre tiene lugar en medio de dificultades»
Para concluir, me gustaría señalar que, contado así, todo parece fácil, pero la evangelización siempre tiene lugar en medio de dificultades. Hemos sido perseguidos y expulsados de muchas parroquias. A veces no se comprende lo que es el Camino y nos confunden con una secta. Sin embargo, queremos seguir a Jesucristo y sus huellas y sabemos que la persecución es la fuente del verdadero éxito, que ella nos ayuda en la conversión. Todo lo que nos asemeje a Jesucristo es la verdad.
CARMEN Y «EL MISTERIO PASCUAL DEL CONCILIO»
Kiko se detiene en uno de los capítulos del libro en la figura de Carmen Hernández, iniciadora con él del Camino Neocatecumenal: «Dios quiso que en aquel ambiente, hasta con chicos drogados y con los gitanos, yo me encontrase con Carmen, una misionera que se estaba preparando para ir a la India y había tenido contactos con el arzobispo Manrique también para ir a Oruro, Bolivia, entre los mineros (...). Dios ha querido que Carmen y yo estuviéramos juntos en esta obra. Carmen es muy importante para el Camino. A través del padre Farnés, que es un gran liturgista, al que había conocido en Barcelona, me puso en contacto con la renovación del Concilio Vaticano II. Siempre me ha dicho la verdad, aportando al Camino todo el descubrimiento del misterio pascual del Concilio». En la imagen, Carmen y Kiko, con Juan Pablo II.
¿Qué es el kerigma?
Kiko Argüello dedica parte del libro a explicar el sentido del término griego clave en sus catequesis: «No hay cosa más grande en el mundo que el anuncio del Evangelio. ‘‘Dios ha querido salvar al mundo a través de la necedad del kerigma''. El kerigma no es un sermón, no es una meditación. ¿Qué es el kerigma? Es el anuncio de una noticia que se realiza cada vez que se proclama. ¿Y qué es lo que se realiza? La salvación. Si hoy os anuncio el kerigma, vuelve a realizarse ante vosotros la salvación. «Dios ha querido salvar al mundo a través de la necedad del kerigma». Esta noticia que se hace presente, hace presente un acto, algo que está en acto, algo que se hace realidad. Por eso es tan importante el anuncio del Evangelio. La palabra ‘‘evangelio'' significa Buena Nueva».
«El kerigma en las chabolas con los pobres»
Kiko Argüello
buenas letras
144 páginas. 12 euros
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